DISPONIBLEUn edificio magnífico, sencillo en su forma, soberbio en su expresión. Un inquietante letrero cuelga de algunas ventanas: “Disponible”. ¿Para qué será?, para reciclar, restaurar, rescatar no.
Aquí la mirada se aproxima interesada. Desde lejos atrae un volumen sencillo de uniforme y rítmica textura expresada en canterías, palillajes de ventanas, cornisas, pilastras y almenados. Desde cerca se desata un orden estricto de elementos ornamentales. Un fondo franjeado con finas canterías presenta una serie de módulos de ventanas alineadas en primer y segundo piso. Y por ahí una puerta o un balcón corrido que escapa al orden. Una gran cornisa corona el conjunto, con parapeto superior (acroterio) que sigue el ritmo con almenas circulares. Todo claro, aunque sofisticado. Las cuadrículas insistentes de las ventanas llenan un vacío que contrasta con la arquitectura actual, amante de la pulcritud.
El color celeste del edificio discrepa con un barrio a veces demasiado gris, aunque lo hace en forma delicada por el gastado tono. Es como si una embajada del cielo se emplazara en esta esquina. Un cielo santiaguino eso sí, algo deslavado pero que intenta persistir.
Ud. puede detenerse algunos minutos en esta esquina, si aprecia la arquitectura por supuesto. Si es arquitecto, además puede entretener su mente imaginando intervenciones varias. Recuperar las fachadas y reciclar interiores, restaurar la Basílica y dignificar su acceso, mejorar pavimentos, la iluminación, expropiar el antejardín de los departamentos para bordar una plaza dura, tal y como en nuestras mentes acostumbramos a expropiar barrios enteros para desatar nuestros irrefrenables impulsos urbanos. En fin, regálese un tiempo para soñar un poco.

BALCONEANDO
Un sobrio y simple edificio, de facciones elegantes, se emplaza acá en Calle Compañia N°1959, muy cerca de la Plaza Brasil. Sus vecinos algo más deteriorados revelan un conjunto de fachadas que seguramente copaba la cuadra. Sin embargo, a pesar de la sobriedad, no podían los habitantes del viejo Santiago privarse de una vida agradable.Y esto me hace sentir la galería o loggia de segundo piso que en este inmueble balconea sobre la calle. Algo así como esas amplias terrazas para tomar el té, el aperitivo, broncearse o que se yo, que no faltan en los nuevos departamentos que hoy disputan la atención del comprador, claro que con algunos metros cuadrados más.
Esta casona, que al parecer ha soportado dignamente el paso del tiempo, carga con un clasicismo en proceso de desnudez. Algo de historicismo en medios puntos, balcones, frisos y cornisas bastante contenido y dosificado. Lo justo y necesario, de sobrio carácter, ajeno a ciertos enajenados "enchulamientos" de hoy.
Un módulo central agrupa tres arcos en primer y segundo piso. Abajo 2 ventanas y una puerta central, arriba la magnífica loggia de poderosos arcos. Enmarcando el conjunto, dos módulos de la mitad del ancho del tema central, ostentando en segundo piso dos simétricas ventanas con balcón. Una fachada regular, ritmada por medios puntos. La excepción a la regla, un acceso seguramente vehicular o de servicio, coronado por una ventana ovalada. La puerta principal es bellísima, dos hojas de paneles rectangulares moldurados muy sobrios bajo un dosel enrejado. El tipo de puerta que imitamos hoy. En fin, una casa que parece clausurada, aunque aun no entregada a la destrucción. Una casa sobria y bella.

¿ALGUIEN SABE…?
¿Alguien sabe cómo era la cubierta de este pequeño edificio en Almirante Barroso con Moneda, esquina surponiente?. ¿Alguien sabe?, ¿Alguien recuerda?, ¿Alguien tiene una foto?. Estas son las respuestas que espero ayudar a responder en este blog. Acá otra vez fue vaciado un inmueble patrimonial. Los vientos huracanados del deterioro son los que deben haberse llevado la cubierta. Los saqueadores del progreso se habrán llevado algunas ventanas y puertas.
No es un edificio muy alto, sin embargo se emplaza con aplomo en la esquina. Tal vez con la altivez que le otorga el ochavo y la persistente albura de sus muros, fondo irresistible para artistas callejeros que comienzan a pintarlo por Moneda. Un muro pulcro y liso es el lienzo sobre el que se dibuja la fachada, sobre la que se distribuyen pequeños grandes detalles. Cada elemento está tratado como un gran tema. La puerta en el ochavo flanqueada por bellas pilastras, el cuerpo saliente con ventana del segundo piso, una ventana balcón con un sólido barandal, sobre una generosa ventana hoy tapiada, una estrechísima ventana en primer piso, series de ventanas rectas y a medio punto. Este pequeño edificio es un aperitivo que da comienzo a una cuadra con historia desde aquí al poniente. Descúbralo Ud. mismo, camínela.
Acá también se han tapiado las ventanas del primer piso. Nadie sale o nadie entra, esa es la consigna. ¿La puerta?, alguien parece que la necesitaba en su casa y se la llevó. Seguramente alguien necesita urgentemente el terreno también. No nos preocupemos, la zona está suficientemente protegida como de conservación histórica. Al menos el terreno no se lo podrán llevar para la casa.

UN PASO AL VACÍO
Una gran ventana ha perdido su barandilla y la cornisa sobre la que se posaba. Es que el pasado se cae a pedazos en Santiago. Este inmueble con fachada retranqueada ubicado en Calle Compañía N°2684 y 2678 parece dar un paso atrás. O al costado. O al vacío mejor dicho, un paso desde la ventana sin barandilla del segundo piso. Una grandiosa ventana, como la del primer piso justo debajo, destacando ambas entre las restantes ventanas balcón elegantemente alargadas. Ese es el tema interesante de ésta fachada, dos grandes ventanas sin temor a la calle. Seguramente estas grandes ventanas traían a sus moradores el rumor de las tardes de verano del Santiago antiguo, antes del smog. Seguramente traían también la luz clara del cielo para leer novelas durante horas, antes de la televisión.
Sin embargo hoy nadie lee dentro de éste edificio. Nadie escucha música, nadie baila, nadie conversa ni bebe una copa mirando a través de las grandes ventanas. Hoy solo entra un viento intruso que debe esparcir la suciedad por el piso. Así mueren decenas de inmuebles de valor de nuestra ciudad. ¿Quién los condena al olvido?, ¿Qué mano siniestra abre y cierra sus ventanas cubiertas de polvo?, ¿Cuál destruye sus vidrios, ventanas, puertas, balaustres, claraboyas, gárgolas, marquesinas, cornisas y pilastras?.
Esta fachada jugaba con la acera. Esta fachada jugaba con la calle y coqueteaba con la esquina con su desplazamiento de línea de edificación. Hoy juega con el olvido, con la mano devastadora del abandono, con unos cuantos vidrios quebrados, como los dientes escasos de un anciano. Alguien se llevó una de sus puertas. Alguien tapió las ventanas del primer piso en el plano de fachada más retranqueado. Tal vez quiso encerrar incómodos espectros del pasado. Estos hoy asoman presos del olvido a través de las ventanas enjauladas del segundo piso.
Este inmueble pide una tabla de salvación. Como muchos otros, tiene la fuerza suficiente como para integrarse a un inevitable desarrollo urbano sin necesidad de desaparecer. Espero que alguna mano (y mente) talentosa así lo entienda.
CRUZ MONTT Y LARRAÍN BRAVOUna gran casona en Calle Moneda N°1842, entre Almirante Barroso y Cienfuegos, en una cuadra conformada sólo por edificios históricos, es otro testimonio de una oficina de arquitectos famosa. Los nombres de Larraín Bravo y Cruz Montt aparecen una y otra vez escritos en los muros de numerosos inmuebles antiguos de Santiago. La próxima vez que camine por la Alameda levante la vista y compruébelo. O sea, una de las oficinas "top" de Santiago de comienzos del siglo XX.
Acá exhiben su maestría, en este edificio de 1912. Sólo bellos detalles conforman esta fachada. Pero colocados sencillamente sobre un soporte simple: un fondo franjeado por canterías finas.
Todo es singular aquí: en el primer piso la fabulosa puerta con marquesina en fierro y ventana superior ovalada flanqueada por 2 grandes ventanas de diferente ancho, en segundo piso 2 ventanas con balcones diversos y un gran bow window con una ventana de medio punto y hermosa cuadrícula. Este último es el gran tema de la fachada, cabecera de un magnífico diseño, coronado por el friso y cornisa.
Hay en este edificio una audacia recurrente de Larraín Bravo y Cruz Montt, un expresivo festival de elementos, parecidos, pero distintos. Recurrente como los nombres de éstos dos maestros, repitiéndose en numerosos monumentos de la Alameda y otras calles privilegiadas de Santiago.

VIVIR EN RUINAS
Junto a la Basílica del Salvador, en Almirante Barroso con Huerfanos esquina sur poniente, se encuentra un pequeño edificio palaciego de 1907, obra del conocido Arquitecto Ricardo Larraín Bravo. Esta es la esquina que enfrenta la ruinosa fachada lateral de la Basílica. Y al parecer compite en deterioro con aquella.
Una o varias viviendas tal vez conformarían este edificio. ¿Hoy se habitará por piezas? Algún evento telúrico le hizo perder su cornisa superior, por lo que ahora lleva un sombrero metálico mediocre.
Destaca, a pesar de su sencillez, por dos fabulosos balcones galerías en madera, uno en el ochavo y otro en el extremo poniente por Huérfanos. Es un edificio menor, sin embargo hay algo en él que le otorga una "pequeña monumentalidad". En el ochavo, en primer piso hay además una hermosa ventana de medio punto de cuatro esbeltas hojas y balaustres. Pensándolo bien, sería fantástico tomar un café tras la ventana junto al espectáculo de una interesante esquina, con otro inmueble patrimonial en la esquina nor poniente y la Basílica al sur oriente. Incluso un conjunto de departamentos de unos 15 años de antigüedad en la esquina nor oriente, participa bien del contexto.
Esta añosa esquina de adoquines y albañilerías vestidas con vegetación de la Basílica reúne a estos viejos vecinos que ven caer las tardes rodeados de estudiantes, ancianos, transeúntes con perros, ciclistas y uno que otro borracho. En fin, este inmueble que presenta una cara sucia y deteriorada, es una pequeño pero ilustre habitante del barrio.
VENTANAS CERRADAS
Otro edificio tras un biombo. Otra esquina en destrucción. El catalán José Forteza a principios del siglo XX aportó a la ciudad este inmueble, además de otros tantos (Colegio Hispano Americano, el Palacio Undurraga, demolido, entre otros). Fue Profesor de las Escuelas de Arquitectura de la Universidad de Chile y Universidad Católica y llegó a Chile durante el Gobierno de Don José M. Balmaceda en 1888.
En la esquina de Compañía con Riquelme se emplaza este edificio en ruinas, algo roído ya por los años y el olvido. Algo descascarado y fisurado. 13 ventanas verticalmente magníficas se suceden a lo largo del segundo piso, algunas destacan en el balcón esquina o en la fachada principal por Compañía, entre pilastras y el frontón curvo.
El primer piso repite la serie con 10 puertas de comercios. Puertas cerradas, en todo caso, tal vez para siempre. Ocultas por un biombo, al igual que las ventanas, la mayor parte de ellas con sus postigos cerrados, como los ojos cerrados de un condenado. Postigos cerrados para que los recuerdos que lo habitan no se escapen. Tal vez esos recuerdos han cerrado herméticamente las ventanas, en un vano intento por evitar que las hordas del progreso lo invadan destrozando la memoria con su violento paso.
¿Y qué profanador horadó sus murallas del primer piso, alrededor de la esquina? Algún trofeo de guerra se llevó el olvido saqueador. ¿Cuándo caerá este edificio? alguien debe estar esperando aquello. La ubicación es espectacular, "a pasos del metro, de la autopista central y del centro de la ciudad". Son esos apetitos los que al parecer lo devoran de a poco, como si fuera esta una ciudad caníbal, donde el que tropieza y cae, ya no se levanta.
EL CIELO DENTRODEMOLIDO COMPLETAMENTE! 20.11.2006Era uno de los edificios que observaba con interés desde la micro, de vuelta de clases en mis tiempos de estudiante. Tenía unos miradores en la cubierta, para disfrutar de la vieja Alameda. Hoy no queda nada de eso. Ha sido vaciado completamente. Las hojas de las ventanas cuelgan como equilibristas, los balcones dan paso al cielo abierto. Solo queda una triste piel sin contenido. Una frágil cáscara tambaleante. Viene desarmándose de arriba abajo, cosa que parece inevitable. Lo rodea un cierro de OSB como un biombo que oculta una vergüenza. Quizás qué pensarán hacer con él. Cualquiera diría que las numerosas fachadas que se encuentran en este estado serán recuperadas, que algún colega se encuentra en alguna oficina proyectando un reciclaje, pero casi nunca ocurre así. Lo corriente es que queden abandonadas, algunas por años, como el viejo Mercurio al "amparo" de una condición legal. No es la idea de este blog hablar de Ley de Monumentos, zonas típicas, inmuebles de conservación histórica u otras yerbas. Simplemente se trata de caminar, recopilar, exhibir y manifestar. Pero hablando a medio camino entre arquitecto y transeúnte. Acá en José Toribio Medina con Alameda, el transeúnte que soy se sorprendió. Nunca imaginé que éste inmueble sufriría esta destrucción. No porque el edificio tuviera alguna "ventaja" respecto a otros que caen en el deterioro, sino porque siempre que me fijé en él estaba en uso y de pronto aparece así, desguazado. Cada cosa en él tenía, "tiene" perdón, su atractivo particular, los conjuntos de ventanas estrechamente verticales en ambas fachadas, el amplio medio punto del balcón del segundo piso en el ochavo, las ventanas "treboladas" y las seudo hornacinas a cada lado, las galerías de la cubierta, la gran ventana medio punto por Alameda, los balaustres sólidos y leves en segundo y tercer piso, el palillaje ojival de las ventanas. Tantos elementos disímiles pero sin embargo armonizados. Algunos artistas modernos han trazado jeroglíficos entre ventanas, ¿ejercitarán alguna escritura delictiva? ¿algún abecedario de asaltantes? No creo, ya no queda nada que llevarse. Solo falta seguir desguazando. La galería sobre la cornisa superior por José T. Medina ya está cayendo. ¿Cuando empezará a caer el resto?. El cierro en OSB es preocupante, ¿qué nos dice?: cuidado, derrumbe inminente?. Yo diría: cuidado, menoscabo urbano inminente.
TORREON ESQUINACamino a la oficina desde hace años me sorprende esta esquina en Calle Dieciocho con Rosales, a metros del Palacio Cousiño. Es curioso ver un edificio que, al parecer sin mucha atención y cuidado, se mantenga en condiciones aceptables. Tampoco es frecuente ver que se mantengan en su lugar balaustres, cornisas, pilastras, hojalaterías, etc. En esta esquina se producen leves desfases de líneas de edificación y ejes de calles que dan al gran torreón de esquina de éste edificio un protagonismo inevitable. Ya sea aproximándose desde el sur por Diceciocho, del oriente o poniente por Rosales, la presencia sólida del torreón es absoluta. Y al color natural del revoque exterior, se hace más sólido y grave en su actitud. Los dorados del atardecer encienden además el óxido de la cubierta del torreón y los muros como un amargo café a contraluz.
El edificio en si es un cuerpo simple con un paralelepípedo fuerte en la esquina, coronado por una cúpula mansarda que parece un farol. O mejor dicho es un torreón acompañado en sus líneas sólidas, cúbicas, rectas, por la masa disciplinada del resto del cuerpo. El zócalo es bajo, por lo que las ventanas están al alcance del peatón, lo que creo suaviza la imagen marcial del conjunto. Y el torreón tiene 2 pisos como el resto del edificio, quedando una porción sólida importante sobre el dintel de segundo piso hasta la cornisa superior, lo que aumenta la sensación de peso o gravidez del cuerpo principal con una cierta tensión. Un peso no solo descansa rotundamente sobre el piso, sino que en alguna medida también pende sobre la calle.
No imagino que reservará el destino a este edificio magnífico. Comprando una bebida en uno de los almacenes del 1er piso se aprecia un interior aun conservado. Puede ser que renazca de la mano de alguna institución que lo aprecie, o desaparezca en el limbo de los inmuebles de "interés". Aunque lo rescate una mano sabia, vale la pena que le respeten esa actitud grave y sólida, sus colores y revoques áridos. No vaya a ser que tratando de darle una manito de gato, de darle colores "vivos", lo conviertan en una torta, como ocurre a veces con los edificios con historia.
DIEZ Y OCHO 133
Esta fachada a punto de desplomarse es lo que queda del inmueble ubicado, tal como alguien escribió en su acceso, en "Diez y ocho" (sic) N°133, en plena zona típica. Le han puesto una especie de arnés para que no termine desmayándose sobre la calle. Hoy vive una familia pobre entre las tristes ruinas de este palacio. Hace casi 100 años debió vivir alguna de las más ricas de Chile. Esta fachada, como tantas otras de Santiago, simplemente espera la mano demoledora del terremoto que le dará el golpe de gracia. De paso, resolverá su "protegido" estado actual. Así es la vida de algunas obras de nuestro patrimonio, esperar una muerte segura. Hay gente eso si que le encuentra utilidad a esta veterana casona, lo dicen los afiches colgados de sus ventanas. Tal vez alguien encuentre una mejor forma de rescatar para Santiago esta fachada mal herida.

ESTACIÓN PUANGUE
Hace unos años salimos a visitar junto a compañeros de trabajo de la ONG JUNDEP una vieja estación de trenes del Ramal Santiago a Cartagena. La idea era levantar planos y hacer una maqueta. Esta estación se ubicaba en la localidad de Leyda, a unos 20 o 25km. de San Antonio. Nos llevamos una sorpresa al ver que la estación ya no existía. Sólo algunos vestigios indicaban su emplazamiento, levemente su planta y su estructura. Los vecinos contaban que un incendio la había consumido un verano a fines de los 80's. Lo poco que quedó fue desmantelado con el paso del tiempo. La tarea se presentaba compleja ya que lo único que teníamos, además de la escasa información levantada en la visita, era una fotografía de la fachada. Una de las pocas fotografías que seguramente existen, tan única que incluso hoy decora la etiqueta de un vino que se llama Leyda. Superamos la desilusión cuando nos contaron que la estación era idéntica a otra que se encontraba aún en pie en la localidad de Puangue, algunos kilómetros volviendo hacia Santiago, antes de llegar a Melipilla. De alguna forma que no recuerdo averiguamos como llegar, asi que decidimos ir. Llegamos al peaje Puangue y salimos de la Autopista del Sol hacia el norte bordeando unas suaves lomas. Antes de 1km. ó 2km. de recorrido dimos con la estación, junto a un cuartel de brigadistas de CONAF. La primera impresión fue de sorpresa, estaba en pie y al parecer en buenas condiciones. Nos preguntamos si estaría habitada, pero al acercarnos constatamos que no. Tampoco se encontraba en tan buenas condiciones. Digamos que en un preocupante estado de abandono y de progresivo deterioro. Me dio la inquietante impresión de que estaba a punto de comenzar a dañarse irreparablemente. Venciendo un leve temor inicial, ingresamos a la estación por alguna de las puertas semiabiertas, para admirarnos de su sencillo pero digno interior. El lugar era un asco, basura, tierra, botellas, tablas de piso sueltas, rayados. Un gran salón de espera, una oficina y una sala de venta de boletos, con una ventanilla entre éstas dos, eran los recintos del primer piso. En el centro, en un cajón emplazado en forma diagonal, se hallaba una escalera de caracol con el último tramo recto que daba a lo que sería el aposento del cuidador o Jefe de Estación. Aún se ocupaba, ya que encontramos un colchón y algunos utensilios esparcidos por el piso pertenecientes a algún vagabundo, viajero seguramente. Comenzamos a medir y a fotografiar con la inquietud que producen los lugares abandonados. También con la pena que producen los edificios antiguos abandonados. Recogimos en nuestra memoria los detalles de puertas, ventanas, molduras, escuadras de fierro fundido que sostenían las marquesinas, forros exteriores, celosías, etc, pensando que era mucho lo que se estaba perdiendo. Nos fuimos con ganas de hacer algo, sin saber qué en todo caso. Hoy no sé si la estación sigue en pie. Seguramente sigue deteriorándose, a la espera que alguien en Ferrocarriles se acuerde que existe. No se encuentra lejos de la Autopista, algo podría hacerse con ella. La verdad es que está justo a tiempo (espero) de evitarse su definitiva extinción, si es que un verano no se la ha llevado también en medio de las llamaradas del olvido.